lunes, 21 de diciembre de 2020

AYER ANOCHECIÓ MAL

Que vengan por fin a rescatarte de mis garras

deseé antes de acostarme.

Anoche deseé mal

y hoy ya es futuro sobrevenido.

 

Dejé subidas las persianas

por si era eso lo que te ahogaba.

Al cerrar los ojos soñé que la misma noche

vestida de insomnio abría la ventana,

nos robaba las sábanas y hasta el nombre.

Anoche soñé mal.

 

Y tú, que fuiste la puerta a mis salidas,

hacías desaparecer todos mis días de un portazo.

 

Al día siguiente desperté

y ya solo me quedaban noches.

 

Ayer anocheció mal.

domingo, 13 de diciembre de 2020

MAGIA

El tablero de la mesa, ligeramente inclinado 22 grados, sujetaba aquellos planos. Todo el estudio respiraba madera de roble, y crujía hasta en sus descansos. Maurice Koechlin y Émile Nouguier no dejaban de trabajar, la noche se rendía a sus pies ante lo que supondría una de las figuras de las artes más conocida en el planeta. En aquel estudio, de estanterías en cada esquina, y cartabones en las manos, se podía dormir soñando con el futuro del mundo. Y los sueños se quedaban atrapados en la boardilla, en el último pliegue del tejado a dos aguas, al lado de una pequeña ventana circular.

 

Un par de sillas ocupaban el centro de la habitación, no obstante, su única función era servir de soporte para montones de papel milimetrado sin usar, y unas cuantas reglas y escuadras enredadas por lazos familiares. Cada objeto, cada lámina, cada viga de madera formaban un todo, un mundo aparte, encerrarse en esa última planta suponía obviar el exterior de una forma discreta y que parecía casi sin querer. El viejo compás no tenía nada que envidiar al recién estrenado grafito, la humilde posibilidad de crear de ambos inundaba el alma de cualquier arquitecto, ingeniero o mente humana.

 

Los pocos días que la ciudad francesa se dejaba desnudar al sol, el cuarto quedaba desbordado por el calor y la claridad entre esponjosas nubes. En las hojas roídas sobraban números, líneas y supuestos tornillos, pero la idea estaba clara y no parecía esconder ningún secreto: Una torre muy alta con 4 columnas metálicas como base, unidas por arcos parabólicos.

 

¿Dónde se encontraba entonces la magia que haría famosa una sencilla torre metálica?

viernes, 4 de diciembre de 2020

ELLAS


Hoy quiero decir que yo también soy bonita
que me da igual
que a ti no te gusten sus estrías,
a mí
me gustan las mías.

Lunares torcidos
rimmel corrido
arrugas en la cara
venas en las manos
ampollas en los pies
y vienes tú a decirme
que no es suficiente con seguir en pie.

Que mis ojeras
hablan más que tus ojos cada vez que me insultas
por no ser como esa rarita presumida
pero,
¿soy yo la rata?
No, no te equivoques,
ese eres tú
que causas odio y venganza
e impones falsas libertades encerradas
a quien nunca supo de jaulas.

Hoy no te diré
que llores como una mujer
lo que no has sabido defender como un hombre.
Nosotras no habremos ido a la guerra
pero si hemos levantado países en postguerras
hemos luchado por nuestro voto
y contra permisos impuestos a cada uno de nuestros actos.
Hemos sufrido y estamos sufriendo
el patriarcado.

Así que no me vendas motos,
no me cuentes cuentos.
Respétame,
porque soy humana,
soy mujer.



jueves, 3 de diciembre de 2020

“El dinero no da la felicidad"

Un hombre de cabello oscuro y piel morena duerme tan profundamente como si aquel vagón fuera su cama. A su lado yace otro hombre, despierto, de mayor edad, piel aún más morena y pelo grisáceo. El mayor parece cansado, como si la vida le pesara el triple y, sin embargo, no duerme o no puede dormir. El joven duerme sin perturbaciones, sin ninguna preocupación de que le arranquen el móvil de la mano o la mochila acolchada que seguramente guarda un valioso portátil. A su lado, el mayor agarra su mochila roída. La misma parecía haber salido de aquellos regalos que ofrecen las grandes empresas para publicitarse; aún así, habría apostado mi mano derecha a que nadie en aquel vagón conocería esa firma.

 

El somnoliento parece haber terminado ya su jornada de trabajo, en una oficina con aire acondicionado en verano y calefacción en invierno. En cambio, el sudor seco pegado a la camisa del sujeto de la izquierda te privaba de pensar lo mismo.

 

“El dinero no da la felicidad”. Esta expresión nunca me terminó de convencer. Da tranquilidad, y los tranquilos duermen profundamente como si supieran que un ángel de la guarda les custodia el sueño y les miman las noches.

 

La pobreza, antes de nada, nace, vive, se refleja y muere en la piel. El rostro de aquel casi anciano evidenciaba toda su vida. Parecía que su piel estuviera gritando y expulsando lo que por su boca no salía.

 

Se despertó y no tardó en levantarse y dirigirse hacia la puerta. Indudablemente, ese polo le quedaba como un guante. Vestido con un traje a medida y descubriendo alguna que otra joya en su muñeca, alzó la mano y empujó el tirador. El tren había sobrepasado ya las estaciones de los barrios obreros y se dirigía a los más adinerados. Me extrañó que el hombre de pelo canoso siguiera en el vagón. ¿A dónde se encaminaba? En cualquier estación de las que quedaban le habrían mirado por encima del hombro, y esquivado en cualquier pasillo. Ningún guardia de seguridad o policía permitiría que la pobreza contaminara alguna de esas calles con tiendas de Chanel y Swarovski.

 

Días más tarde, agarré un periódico de paso, dejé correr mis ojos entre páginas y no tardé en encontrar una cara conocida entre las letras. Era él, el mismo hombre de mochila roída y cabello grisáceo. La misma piel que pedía auxilio a un mundo que no le entendería, y no creía que fuera a hacerlo. Sin comprender qué hacía encerrado en una hoja de papel, intervino la razón y me armé de valor para leer el titular:

 

“Un hombre de mediana edad muere al arrojarse a las vías”

 

Sentí pena, sentí impotencia. ¿Cuánto tiempo llevaría pidiendo auxilio? Quizás toda una vida, y la única que acudió en su ayuda fue la muerte.

El diario escribió que un tren se lo llevó por delante. No estoy de acuerdo. La pobreza ya le había matado mucho antes.

SEMILLA Y TIERRA

    En vez de hacer el amor, nosotras lo reinventamos : Tejimos nuestro tacto a la cama y ya no supimos salir.     Hundí tu semill...